Me llama muchísimo la atención la cantidad de veces que una madre primeriza viene con su bebé pequeñito y me dice que no desea ni siquiera probar con el fular porque «es torpe». Muchas de esas veces me gustaría decirles a esas mujeres un montón de cosas, pero me callo, porque no es el momento ni tampoco sé si estará abierta a escuchar, me limito a mostrarle todas las opciones que tenemos para portear a recién nacidos y que la madre elija el portabebé que más le agrada y más utilizará, porque la idea no es que lleve un fular, sino que pueda disfrutar del porteo de la mejor manera para ella y su bebé.

Sin embargo, hoy quiero hablarles a todas esas mujeres que se describen como «torpes» y ni siquiera se dan la oportunidad de probar. Esos pensamientos parece que se nos despiertan con más énfasis cuando somos madres, porque tememos dañar a nuestros hijos y vivimos al hilo de eso, algunas ni siquiera se animan a alzarle, bañarle o cambiarle. Y te quiero decir esto: no sos torpe, no te pongas etiquetas y menos de ese estilo. No es cierto que te enredás con los nudos o que se te cae todo lo que alzás y por eso te da miedo que tu bebé se caiga cuando te estás anudando un fular. Eso es solo un pensamiento que te está limitando, y no solo con el uso del fular —que eso sería lo de menos porque tenés muchas otras opciones—, te está limitando a vos, como mujer, como madre, como persona.
Ponernos etiquetas o dejar que los demás nos pongan es limitarnos, es decir hasta acá no más puedo ir, hasta acá no más me sale, o esto no más es lo que soy. Y no, vos sos mucho más que lo que los demás piensan que sos, o mucho más de lo que vos misma pensás que sos. Muchas veces reproducimos en nuestra mente las cosas que nos hicieron creer desde pequeños —no necesariamente con malas intenciones—, el problema es que las personas no tienen consciencia del daño que hace en los primeros años de vida poner etiquetas a los niños. ¿Cuántas veces nos habrán dicho: «Apurate, sos una lenta», «Qué torpe que sos, echás todo», «¡Inútil!»?, entre otras afirmaciones que no tenían el fin de lastimarnos, precisamente, sino que en la impaciencia, que a los adultos, a veces nos apura por llegar a algún lado en medio de nuestro ir y venir ajetreado, no nos damos cuenta que los niños tienen otro ritmo y ellos no ven el mundo como nosotros.
Capaz en ese momento no te diste cuenta, pero eso que fuiste escuchando día a día, te llenó de pensamientos con respecto a quién sos. A lo mejor ni te acordás hoy, pero es probable que si creés que sos torpe, es porque alguien, muy allá atrás en el tiempo, te lo dijo y te lo creíste, porque cuando somos niños no cuestionamos lo que nos dicen los adultos en los que confiamos, solo lo creemos. Seguro que solías echar los vasos o los platos o que te tropezabas y te caías con frecuencia, como cualquier otro niño. Entonces vos grabaste en tu memoria que sos torpe y que no vas a poder con ciertas cosas, así es que mejor ni intentarlas.
No es cierto, es un cuento que te dijeron cuando eras chico y vos te lo creíste. Y la mente funciona de una manera tan especial, que cuando vos creés algo, vas creando esa realidad. «Lo que creemos, creamos», dice uno de mis libros favoritos. Si vos creés que sos torpe y que se te va a caer todo, te vas a convertir en una persona torpe que va echando todo a su paso. Animate un poco a desafiar ese pensamiento, animate a desafiarte a vos misma y a decir «yo puedo» la próxima vez que te enfrentes a un desafío que pensás que no vas a poder. Te puedo asegurar que a lo mejor al principio te tambaleás un poco, porque nada es fácil hasta que deja de ser difícil, pero con la práctica y el creer en uno mismo todo lo imposible se hace posible.

Por eso hoy quería hablarte a vos como persona, como mujer y como madre, porque pienso que necesitamos retomar las riendas de nuestras vidas y nuestros pensamientos para poder disfrutar de lleno nuestra maternidad y trasmitirle ese empoderamiento a nuestros hijos. Hoy te toca no ponerle etiquetas a tu hijo, porque ya sabés el efecto que causará en él o ella más adelante, si se tarda más de la cuenta respirá hondo y tenele paciencia, acordate que es chico todavía y que no va a tu ritmo, el mundo para ellos corre más lento, ¿no te acordás que cuando éramos peques los días pasaban despacito?
Pero lo más importante, desterrá todas las etiquetas que te pusieron y te pusiste vos misma, porque si no hacés eso primero, no vas a poder hacerlo con tus hijos. Cada vez que automáticamente te surja en la cabeza una idea de que «sos de cierta manera» ya sea torpe, argel, malhumorada, quisquillosa o cualquier adjetivo feo, cámbialo por su antónimo. Hacete consciente de ese pensamiento y dalo vuelta. Si es posible mirate al espejo y decite: «Soy súper guapa», «Mi buenhumor es fantástico». No importa si no te la creés al principio, vas a ver que si te acordás de hacerlo, va a ir cambiando, porque con la práctica todo se puede. Y la próxima vez que no te animes a hacer algo porque te limitás vos solita, inténtalo por lo menos unas tres o cinco veces antes de tirar la toalla, porque no sabés de qué cosas podés estar perdiéndote si no lo intentás. Estoy segura que si tu hijo o hija no se anima con algo le vas a alentar a que lo haga y no se rinda, ¿por qué contigo no funcionaría lo mismo?
Y para terminar, volviendo al fular. Solo requiere práctica, es como aprender a atarse el cordón o el nudo de la corbata. Capaz que al principio tenías que pensar mucho dónde iba cada parte del cordón, pero estoy segura que hoy te lo ponés sin pensar, ¿cierto?
Pero como te dije al principio, esto no se trata del portabebés que elijas, porque eso siempre va a depender de cada mujer o de cada familia y sus gustos personales. Solo quise escribirle a todas esas mujeres que se creen torpes, ya sea con el fular o con cualquier otra cosa, a todas esas que se bajan la caña ellas mismas. No, no sos torpe, solo te falta práctica.
Dale, yo sé que vos podés. Todas podemos, solo nos falta creer.
